Además, un centro del campo gobernado por Verratti y Motta (uno sancionado, otro lesionado) nada tiene que ver con otro formado por Cabaye y Rabiot. Era el PSG un equipo entregado a la fatalidad, sin su Rey Sol, Ibrahimovic, y con su líder espiritual, Thiago Silva, lesionado al cuarto de hora y sustituido por David Luiz (el mismo que debía estar un mes de baja). Dos goles paridos en su corazón, lanzados con rabia, pero dibujados con arte en su cabeza con dos sotanas que el terrible David Luiz maldecirá siempre. Como única salida siempre quedaría Matuidi, quien junto a Cavani se encargaría de hacer creer a los suyos que debía ser la intensidad la que los sacara del cadalso. Y el brasileño, que demuestra que «la fantasía puede ser también eficaz» (tal y como le reconocía Galeano a Maradona), ni siquiera se inmutó ante la salida de Sirigu. El tambor de hojalata de Neymar es un balón que ya ni siquiera es de cuero, que no silba cuando corre, pero que conserva el poder de atracción suficiente como para que el propietario pase en un suspiro de la condena al perdón.
Tantos que, unido al inaugural de Neymar y pese al último de Van der Wiel tras rebotar en Mathieu, aclaran la clasificación para cuartos de la Champions al Barcelona. 14:40 horas. Leo Messi pone rumbo a Milán con su familia donde esta noche tendrá lugar la gala de la FIFA The Best 2019. El capitán del Barcelona está nominado a mejor jugador junto a Cristiano Ronaldo y el defensa holandés del Liverpool Van Dijk. Ese debate y el de si no sería mejor fichar a cuatro jugadores de 25 millones de euros antes que a uno de 100, seguirá en la calle los próximos días. Un contrato de 750 millones de euros. Fue Sergio Ramos, un jugador de buenos fundamentos en casi todas las suertes, pero al que la posición lo desorientó. Como informó el club en el día de ayer, tanto Sergio Busquets como Ansu Fati han vuelto antes de lo previsto de sus vacaciones y continúan su preparación de cara a la temporada que viene. Hasta la fecha, el club mantiene un compromiso con Catar -Qatar Airways en la camiseta-, pero se podría cambiar próximamente.Otro de los retos para los dos próximos años será impulsar el ‘Espai Barça’ que culminará con la construcción de nuevo Camp Nou y un Palau Blaugrana.
Hay que tener ganas de alborotar para convertir el ciclo que ahora comienza en una permanente y obsesiva comparación con la etapa anterior pero, sobre todo, hay que ser el más tonto del planeta para creerse que el nuevo seleccionador vá a permitir que sean otros los que tomen determinadas decisiones, y muy especialmente la que concierne al futuro de Raúl. No sé si este año se me solicitará otro pronóstico para el Camp Nou, pero, si así fuera, me temo que tendría que vaticinar un 5-0 a favor del Barça. El de Camas ya había pasado por la experiencia, la pasada temporada en el Camp Nou, resuelta como un estrambote. No era un tercer central que actuaba por delante, como pivote defensivo, al igual que también Mourinho había hecho con Pepe ante el Barça en una final de Copa. Ancelotti resolvió el zurcido de su equipo, debido a las bajas, con la inserción de un tercer central como centrocampista.
El mexicano había gozado antes de las pocas ocasiones de su equipo, al ser habilitado por Isco y después zafarse de Godín como si estuviera untado en aceite. Y Laurent Blanc, pese a que tenía claro que si había un conjunto que debía tirar contraataques era el suyo, no pudo más que bajar la cabeza al ver el papel cambiado en la primera jugada capital del encuentro. La generosidad del argentino al ver correr a su izquierda, completamente solo, a Neymar. Antes del arrebato de Suárez, emergió Neymar. Ese miedo compartido marcó los movimientos todavía más que las alineaciones en un derbi que deja el valor de la clasificación para el Madrid, pero no del juego. Clasificación que puede salir muy cara porque Diego Costa y Lucas Hernández se han marchado lesionados. Simeone hizo lo propio poco después con Diego Costa. Hasta me hizo rezar a mi, tío. Cristiano llegó a la posición del mano a mano y Oblak respondió como hizo frente a Bale en el Calderón.
En el 65, Gareth Bale salió al campo sustituyendo a un Chicharito que en esta segunda mitad -como el resto del ataque blanco- no había entrado en acción. De la oración al llanto, de las sombras del banquillo al sol de la noche que forman los focos del Bernabéu, Chicharito traspasó el latir de su corazón a un Madrid tejido y alineado entre temores. Luis Suárez es un jornalero del fútbol, alguien que vivirá hasta el último día agradeciendo con su sudor que el destino, que acostumbra a ser tuerto, le guiñara un ojo. Supone la indudable confirmación de esa «evolución» palpable de esta temporada, más allá de la explicación de la presencia de Luis Suárez -este sábado era baja por Covid-19. Para solucionarlo, se refugió en la banda, en busca de sus sensaciones como lateral, lo que provocó una zona del campo con poca presencia del Madrid, dada la amnesia de Isco, hipotenso, y las excesivas precauciones de Carvajal.